sábado, 29 de noviembre de 2008

El fútbol, una religión sin ateos



Eduardo Galeano


Pide un café cargado y comenta que la tarde está espléndida. Luego se sienta y observa con curiosidad la grabadora, sonríe y nos invita a su visión del fútbol, el deporte que lo llevó a escribir muchos de los más geniales cuentos sobre el pasatiempo más importante del mundo. Ese es Eduardo Galeano.

Así es que quiso jugar de contención y creación…

Sí. Pero no tiene nada de original en Uruguay, porque todos los uruguayos queremos ser jugadores de fútbol.

Es una obligación patria jugar bien al fútbol, y yo era una vergüenza, porque tengo piernas de madera. Jugaba espantosamente mal, y con el curso del tiempo escribí el libro, que era una manera de hacer con las manos lo que no pude hacer con los pies, pero también era una tentativa de convertir a los paganos.

Que perdieran el miedo a los libros los que aman el fútbol, pero desconfían de los libros, y que perdieran el miedo al fútbol los que aman los libros, pero desconfían de las canchas.

¿Qué piensa de la FIFA?

Es una especie de Vaticano. Reivindica para sí un carácter divino, sacro. Es intocable. Al fútbol profesional no se le aplica las leyes laborales. Es una industria lucrativa, quizá la más lucrativa y más importante del mundo, por la cantidad de dinero que maneja. Un negocio de miles y miles de dólares. Se parece mucho a la religión, por lo tanto, tiene una importancia política y económica.

¿Qué esquema le gusta, el 2-3-5, 5-4-1, 4-3-3, 4-4-2 o el 3-5-2?

Yo no creo en los esquemas. A mí me gusta el fútbol hermoso, el bonito, el que da placer a los ojos. El que da placer a las piernas que lo juegan, y los ojos que lo miran, ése es el mío. No importa el país que lo preste, ni el club que lo preste, aunque yo soy uruguayo, hincha de Nacional. Soy patriota del buen fútbol.

¿Qué piensa de los escándalos arbitrales?

Me parece que son verdaderos sacrilegios, porque el fútbol es una religión popular, convertida en poder. El fútbol es la única religión que no tiene ateos, en países como los nuestros merece respeto.

Pero hay otras formas de corrupción. El derecho laboral permite toda clase de negocios sucios, en todo caso negocios sucios que las leyes consagran para los demás trabajadores, al fin y al cabo el jugador de fútbol, en el fútbol profesional, es un obrero del espectáculo. Cosa que no valoró Joseph Blatter cuando les negó voz. Cuando algún jugador, algún club se atreve a desafiar esa impunidad del negocio y acude a los tribunales ordinarios para solventar un problema, ¡huy! Dios mío, el escándalo que se arma. Le puede costar la descalificación interna, y al jugador el ostracismo hasta el fin de su vida.

¿Hay árbitros que tratan de ser como Dios?

Creo que hay sacrilegios, quizá comprensibles. Ellos cumplen una función muy desdichada en la cancha. Todos quisieron ser jugadores y no pudieron. Entonces recibieron permiso para entrar a la cancha con un pito en la boca, pero no pueden tocar la pelota. Son los únicos que conquistan la unanimidad. Todos los odian.

Es unánime el odio, y nadie, sólo los árbitros creo, han podido hacer que haya tanta gente acordándose de la mamá, la mamá del árbitro. Pobre mujer. Hay una historia. Antes del partido todo el público se pone de pie en señal de luto porque había fallecido la mamá del árbitro, y entonces todo el público acongojado y en silencio. Pero comienza el partido y el juez pita un penal que no les gustó nada y comenzaron a gritarle: huérfano de puta. No hijo de puta, huérfano de puta. Es un oficio muy duro, muy difícil. El árbitro es un caso de masoquismo ejemplar.

¿Qué le parece Cristiano Ronaldo?

Jugadores como él corren el peligro de convertirse en mercancía. Pero eso no es privativo del fútbol, hay que ser justos. La gloria del jugador es una gloria fugaz, efímera. Terminar al servicio de una acción marquetinera. Lo cual es peligroso. Peligroso que el jugador se olvide que juega por placer, y termine convenciéndose de que vale mucho porque su precio es alto, y de que el valor de cada uno es el precio. Me parece un jugador estupendo.

Perfil

Eduardo Hughes Galeano nació en Montevideo, Uruguay, en 1940. Fue jefe de redacción del semanario Marcha y director del diario Época.

En Buenos Aires fundó y dirigió la revista Crisis. Es autor de varios libros, traducidos a más de veinte lenguas y de una profusa obra periodística.

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