domingo, 30 de noviembre de 2008

Del gol de Wembley a la tecnología

El seleccionador alemán, Klinsmann. (Foto: DPA)
Wembley 1966 , Geoff Hurst (der.) lanza en el tiempo suplementario un balón que golpeó en el travesaño (larguero) y tocó la línea de gol. (Foto: DPA)
El seleccionador alemán, Klinsmann. (Foto: DPA)
La imagen de la victoria después de que Geoff Hurst marcara el tercer gol para Inglaterra. (Foto: DPA)

Ya pasaron casi 40 años, pero para mí sigue siendo una hermosa experiencia cuando me subo a un taxi en Londres y el conductor me pregunta si el tercer gol fue realmente un gol.
Entonces discutimos apasionadamente sobre la final del Mundial de 1966, donde el 30 de julio Geoff Hurst lanzó en el tiempo suplementario un balón que golpeó en el larguero y tocó la línea de gol. El árbitro Gottfried Dienst, tras consultar al línea Tofik Bajramov, certificó el gol, dándole el 3-2 a Inglaterra y, de esa manera, el título mundial.

Aquella vez fuimos sólo subcampeones, pero ese es un dolor que ya superé hace tiempo. Me alegra en todo caso más que hasta el día de hoy siga habiendo discusiones sobre ese gol. Eso me interesa más que un "chip" en la pelota o una cámara detrás del arco, que demostrarían al instante si la pelota entró o no. Lo siento por los involucrados en aquel caso, pero sería una pena si se le quitaran al fútbol las emociones. Donde la decisión esté en manos de seres humanos, siempre se cometerán errores. Así es la vida, y así debe ser el fútbol. Por eso está vivo.

Pero, 40 años después, los ingleses llegaron a la conclusión de que la pelota no entró al arco. Hace poco me encontré con David Miller, un renombrado periodista inglés especializado en fútbol. Me contó que existe la prueba, fiable al cien por ciento, de que el balón no superó la línea de meta.

Se analizó y midió con modernos métodos la influencia del sol y de la sombra. Y el resultado fue: no hubo gol. Cuarenta años después lo siguen discutiendo. La verdad, es hermoso.

Con esto no quiero minimizar las equivocaciones o darlas por buenas. Y tampoco quiero cerrarme a aquello que sirva a la justicia. El presidente de la FIFA, Joseph Blatter, que permanentemente tiene nuevas ideas en la cabeza, tendrá siempre mi respaldo ante cualquier modificación que tenga sentido. Pero el fútbol es un juego natural, y hay que conservar su naturalidad.

Los jugadores cometen errores, los árbitros cometen errores y los espectadores cometen errores. Así es la vida. Afectada por los errores.

Lo más razonable de los últimos años fue la modificación en la regla del pase hacia atrás. Que no se pueda jugar la pelota hacia atrás al arquero. Como entrenador hubiera preferido directamente prohibir todos los pases hacia atrás, pero eso sería demasiado bueno. Todo lo que acelera el juego es bueno. También que se cuente con más balones, que todos los recogepelotas estén en su sitio y que entreguen de inmediato nuevos balones.

Básicamente, también veo adecuada la nueva regla de la posición adelantada experimentada durante la Copa Confederaciones. Pero hay que trabajar aún en definirla con exactitud. No tiene sentido que el jugador corra tras la pelota 30 metros y que, entonces, el juez de línea levante la bandera y marque el "offside".

El juez de línea podría ya levantar la bandera de antemano, antes de que el jugador toque el balón. Debería poder advertir ya de antemano si aquel que está en posición adelantada realmente alcanzará la pelota. Entonces puede marcar el "offside" de inmediato.

En la "zona gris" actual hubo muchas incertidumbres en muchos países. Y afirmaciones poco claras de la FIFA. A veces un paso adelante, otras un paso atrás. Y lo peor fue en Alemania. En mi país se retrocedió a la prehistoria en la regla de la posición adelantada.
Por ejemplo: se está jugando en el sector derecho, y el juez de línea levanta la bandera cuando ve a un jugador bien a la izquierda en posición adelantada. Eso es retroceder a la edad de piedra. Por eso se necesitan definiciones claras. Habrá siempre nuevos errores, pero no debería haber tantos como los que se cometen en mi país.

Tengo otros deseos. Por ejemplo, en lo que tiene que ver con la simulación de los jugadores. Apenas se les comete una falta, ya están en el piso. En eso la Premier League es un modelo, ahí hay menos simulación, menos búsqueda de penaltis inventados. Y cuando un jugador cae golpeado en las piernas, se pone de pie y sigue jugando. Así debe ser.

Eso tiene que ver también con que en Inglaterra -así como en Italia y España- no se pita cualquier minucia, lo que contribuye a un juego mejor y más veloz. Ahí no se necesita modificar reglas.

De tanto en tanto resurgen las discusiones acerca de si hay que agrandar los arcos. Pensar en ello no es un sinsentido, ya que la gente también aumentó de tamaño y altura. Cerca de 30 centímetros en los últimos 150 años. Pero aumentar el tamaño de los arcos es prácticamente irrealizable. Eso afectaría a muchos millones de arcos en el mundo, y cambiarlos sería financieramente irrealizable.

Si regreso al gol de Wembley en 1966, diría que un "chip" en la pelota sería algo con lo que estaría en cierto modo de acuerdo. No puede uno cerrarse a todas las innovaciones.

Pero si luego se pensara en ponerle un "chip" a los jugadores para comprobar si están en posición adelantada o no, entonces diría que se está yendo demasiado lejos.

Dejen el juego tal como era. Tal como fue para convertirse en el deporte más popular del planeta.

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