miércoles, 21 de enero de 2009

Gonzalo Suárez: Scout de antaño

Principios de los años sesenta. Desde Barcelona, Gonzalo Suárez viaja a Italia para espiar a los equipos de fútbol que han de enfrentarse al Inter de Milán de Helenio Herrera (HH), el «más famoso, odiado y admirado entrenador de todos los tiempos», a quien el director de cine le radiografiaba los rivales. HH era el segundo marido de su madre. El padre de Gonzalo era catedrático de francés, traductor y biógrafo de François Villon, autor de gramáticas, antologías y una novela de aventuras en el África Austral. Él le enseñó a leer y escribir. «Y eso sí importa. Incluso para ver partidos de fútbol y contarlos», confiesa Gonzalo Suárez mirando debajo de «La suela de mis zapatos», una deliciosa joya de homenaje al balompié.

Espacios frente al «catenaccio»
Lo que a Helenio Herrera no le dejaba dormir era lo que pasaba donde no estaba el balón. El cometido de Gonzalo consistía en consignar esquemas, variantes, desplazamientos... Italia era un tapete de césped pisoteado sin piedad. En tal marasmo los informes tenían objetivo límpido: cómo provocar espacios que generaran jugadas en condiciones ventajosas, alterando el esquema del rival. Frente al catenaccio [cerrojo] era esencial crear espacios.
Gonzalo Suárez tuvo una larga conversación con Eduardo Chillida, publicada en el libro «Elogio del horizonte», donde el escultor, que fue portero de la Real Sociedad, le confesó que él había aplicado al arte aspectos aprendidos del fútbol. Su percepción del vacío le hacía ver el juego desde perspectivas geométricas en la oquedad del estadio. Un cubilete donde Dios batía sus dados. Se trataba de agrandar o disminuir el peligro según uno se acerca más o menos al que va a rematar, «y así disminuye el tamaño de la portería», Chillida dixit.
Pero HH «no era un artista -dice Gonzalo Suárez-, ni un intelectual, sino un estratega capaz de trucar los dados de Dios». Quería comprobar si los defensas laterales seguían a los extremos cuando estos se retrasaban más allá de mediocampo, explica el director de cine sobre la mesa de su casa mientras su gata Lucy asiste con la mirada fija a la lección magistral. HH planteó un estudio táctico que cree Gonzalo Suárez está en el origen del fútbol moderno. Fue el principio, donde ya comenzaba el fútbol total: «Los laterales, Facchetti, por ejemplo, subían mientras Corso, el extremo izquierda, bajaba más acá de medio campo. Ya era un fútbol estratégico de crear espacios. Se abrirían vacíos por las alas. El delantero centro debía entonces escorarse, hacia uno y otro lado, desarbolando al defensa escoba o líbero, circunstancia que aprovecharía el centrocampista para enviar el balón al hueco donde un compañero, zaguero o medio de ataque, se anticiparía, por previsión, velocidad y sorpresa, al contrincante. En caso contrario, si los laterales no seguían al hombre y permanecían en su zona, el alero retrasado, libre de marcaje, pasaría a organizar el juego. Estas y otras artimañas, que en la actualidad los entrenadores conocen, practican y contrarrestan, casi rutinariamente, con el consiguiente hastío y desigual eficacia, fueron en su día el principio del fútbol moderno. Indicios de lo que se dio en llamar fútbol total». Y en esas estaba Gonzalo Suárez. No sólo en esas, sino también en otras.

No hay comentarios:

Post relacionados

Post relacionados
traductor para el blog blogger web