miércoles, 17 de septiembre de 2008

Los diez jugadores más canallas


1.Diego Armando MARADONA
30-10-1960; Villa Fiorito, Buenos Aires, Argentina.

El número uno de todas las listas. Tal vez el mejor jugador de fútbol de la historia, tal vez el juguete roto más famoso del balompié. Todo empezó en Barcelona, en su casa de Pedralbes, donde vivía como en la cueva de Alí Babá, entre familiares y amigos que no le dejaban ver el sol. Nápoles, con la camorra y un hijo ilegítimo al cuello, no iba a ser mejor. Y aunque su fútbol siguió maravillando al mundo (México 86’), la sombra de la droga se alargó hasta atraparle: 15 meses de suspensión por consumo de cocaína y fin a su historia de amor napolitana. Logró ponerse en forma para el Mundial ’94, fue gracias a la efedrina. Ese fue el golpe definitivo, con ensañamiento de la FIFA añadido. Escopetazos a la prensa, abrazos con Fidel, recaídas… Su desmesura pareció remitir gracias a su programa de televisión, pero el último capítulo ha sido una crisis cardiaca causada por el alcoholismo.

2.George BEST
22-05-1946; Belfast, Irlanda del Norte.
Falleció en Londres (25-11-2005).

Sus cifras le avalan: se acostó con más de 2.000 mujeres, cuatro de ellas Miss Universo; se enamoró del gin-tonic, fue detenido por varias peleas en pubs, siguió siempre la moda desde los zapatos al flequillo y, cuando podía, se pasaba por el estadio y hacía diabluras con el balón. El ‘quinto beatle’ no perdía el tiempo. Tal vez por eso una grave infección pulmonar agravada por su alcoholismo crónico acabó con este enfant terrible del fútbol, un tipo que tiró por la borda unas facultades extraordinarias y se dedicó a pasearse por equipos de medio pelo (el soccer de la NASL incluido) tras haber triunfado en el United. Se convirtió en un personaje de sí mismo, en una caricatura enferma. “En 1969 dejé las mujeres y el alcohol. Fueron los peores 20 minutos de mi vida”, dijo.

3.Eric CANTONA
24-05-1966; Marsella, Francia.

Es un tipo extraño, un rebelde profesional que ha hecho de su rostro y sus maneras una presencia, no sólo en los estadios sino también fuera, sobre todo ante la cámara, donde se ha forjado una carrera en la publicidad y en el cine. Pero esa estampa del marketing tiene sus antecedentes reales, derivados de su incapacidad para la disciplina de grupo: Cantona es un inadaptado social. Saltos de un equipo a otro, polémicas con compañeros y entrenadores, balonazos a los árbitros y hasta insultos al seleccionador galo Henri Michel le vistieron para siempre de polémico en Francia. Tuvo que buscarse la vida en Inglaterra. Entre éxitos deportivos, allí todo aguantó hasta que, el 25 de enero de 1995, tras ser expulsado en un partido frente al Crystal Palace, pateó a un espectador en su camino a la caseta. La imagen dio la vuelta al mundo y su frase a la prensa, tras el incidente por el cual fue condenado a varios meses de suspensión y 120 horas de trabajos para la comunidad, también: “Cuando las gaviotas siguen al pesquero, es porque piensan que van a tirar sardinas al mar”.

4. Jorge ‘MÁGICO’ GONZÁLEZ
13-03-1957; San Salvador, El Salvador.

Sucedió en 2001, en un emotivo homenaje del Cádiz al salvadoreño. A la hora convenida, el homenajeado no llegaba: se había quedado dormido en el hotel. Genio y figura, fue descubierto entre gambetas durante el Mundial ’82. Varios equipos le siguieron sin saber de sus veleidades nocturnas. Era sospechoso que al final se lo llevase un club modesto como el Cádiz. ¿Sabrían los demás de su afición por la juerga y, sobre todo, de su somnolencia perpetua? Míticos son sus problemas con los diferentes entrenadores del equipo cadista, de donde salió en dirección a Valladolid. Allí sólo jugó 9 partidos antes de tomarse una temporada sabática. Después volvió a Cádiz, donde David Vidal le perseguía en sus noches locas: en una de ellas, escondiéndose en la cabina del disc-jockey, volvió a quedarse dormido. También estuvo una temporadita en Los Angeles, ejerciendo de entrenador y de taxista en sus ratos libres. ¿Se quedaría dormido al volante?

5.ROMARIO
29-01-1966; Río de Janeiro, Brasil.

No entendían su fútbol. “Juego mejor si salgo por las noches”, se defendía Romario cuando le pillaban in fraganti. Lo suyo no era el alcohol, que luego también, lo suyo era el baile, el de dibujos animados en el terreno de juego y el contoneo brasileño en la pista. Mientras fue joven, aguantó lo que pudo: el frío de Holanda le hizo fuerte (“El PSV depende de mí, todos saben que el equipo no tiene condiciones para jugar sin Romario”), y los goles le dieron autosuficiencia para poner en jaque al mismísimo Cruyff (“¿Quién te crees que eres para decirme que no salga por las noches? ¿Mi padre?”) en Barcelona y a Luis Aragonés en Valencia. Siempre estaba pensando en Brasil y en el Brazilian Way of Life, tan poco adecuado a las necesidades de los equipos europeos. Su reciente y polémico gol 1.000 (la FIFA tiene dudas) le mantiene en el pedestal que él mismo se creó: "Después de Pelé, estuvo Maradona. Y tras Maradona, llegué yo".

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